Hace un par de semanas un amigo me confirmó la noticia sobre la enfermedad de su padre. Temía que no tuviera fuerza mental para afrontarlo, pues era una persona muy pesimista y después de llevar muchos años entrando y saliendo de los hospitales por otros temas médicos, esta vez le habían dado el peor diagnóstico de todos: cáncer.
Noté en su voz angustia e impotencia por no saber cómo hacer que su padre no tirara la toalla antes de tiempo. No quería que el diagnóstico le hundiera y se abandonara a su suerte.
Reconozco esas emociones en la persona que me hablaba. Son muy normales y muy humanas. También entiendo el impacto de la noticia en su padre, y lo respeto.
¿Qué le dije a mi amigo? Me basé en mi propia experiencia como paciente de cáncer:
En primer lugar, y puesto que los médicos todavía no le habían dicho qué tratamiento consideraban adecuado hasta que le hicieran un TAC, recomendé a mi amigo que no permitiera que su mente le llevara al peor escenario. La mente SIEMPRE nos va a situar en lo peor que puede ocurrir. ¡SIEMPRE! Pero eso no significa que vaya a ocurrir. Le recomendé que mantuviera a raya sus pensamientos, teniendo su mente ocupada en otras cosas que requirieran algo de concentración por su parte. Y que esperara así a lo que los médicos dijeran a la vista de las pruebas.
En segundo lugar, le expliqué que el paciente, poco podemos hacer, aparte de recibir el tratamiento y llevarlo lo mejor posible. Que nuestra actitud nos ayuda a no sufrir tanto, pero lo que nos cura es la medicina.
Sinceramente creo que nuestra actitud, nuestro espíritu de lucha, satisfacen más a los que están a nuestro alrededor porque pueden pensar o decir "está luchando como nadie" o "tiene mucha fuerza, no quiere morir" o cosas por el estilo. Eso está mejor visto que el que decide no pasar por este proceso.
Lo que sigue a continuación no se lo dije pero es lo que pienso:
Respeto profundamente a las personas que ante un diagnóstico de cáncer deciden no someterse a los tratamientos y mantenerse en esta Vida lo que les quede. Son tratamientos muy agresivos, con muchos efectos secundarios. Nos enfrentamos a muchas cosas a la vez. No sólo al tratamiento en sí sino también a nuestra mente, a nuestros miedos, a nuestro aguante físico, al inmenso dolor físico, a la gestión de nuestras emociones, al impacto que las palabras de los demás (bienintencionadas pero dañinas) tienen en nosotros, al trato desagradable de algunos médicos, etc... Son muchas cosas con las que lidiar, no es fácil, y todo el mundo tiene derecho a no querer pasar por ahí.
No creo en el "infierno" del que hablan las religiones y al que se supone que va la persona que "decide no luchar" ("luchar", una palabra que detestamos escuchar los pacientes de cáncer). ¡No lo creo! (Aunque ahora parece que han quitado el infierno, que ya no existe. Cuántos años vividos con ese miedo y ahora la Iglesia ha decidido que no hay infierno).
Si cualquier padre perdona a un hijo cualquier atrocidad que haya podido cometer, ¿cómo no lo va a hacer nuestro Dios/Universo/Energía (o como lo quieras llamar), que es Amor puro, el Amor más puro y grande existente, ante el hecho de que un ser humano decida no pasar más dolor y sufrimiento por los tratamientos contra una enfermedad en su cuerpo físico? ¿No ha servido todo lo que ha hecho en su vida? ¿Sólo tiene importancia y es determinante justo esa decisión? ¡No lo creo!
Deseo de corazón que el padre de mi amigo tenga un tratamiento a su disposición, que le funcione, y que él quiera recorrer ese camino. Pero nunca juzgaría a nadie que decidiera lo contrario. Ni le obligaría o instigaría para que lo hiciera. Es una decisión muy personal. Y, por supuesto, no le haría sentir mal porque decidiera que este viaje termina aquí.
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Raquel Aldavero